viernes, 21 de octubre de 2016

BAÑO DE SANGRE VOL. 11: “THE PROWLER (EL ASESINO DE ROSEMARY)”

¡Qué pasó, domingos y domingas!

Una vez pasada la fiebre del festival de Sitges, tocó volver a la realidad y esos días en el paraíso no son ya más que un recuerdo lejano y borroso. Para unos más que para otros, ¿eh, Iván? Joder, cómo beben estos muchachos de Terrorweekend… 

Pero no todo son malas noticias al volver a la rutina, porque esto también significa que volvemos con nuestras secciones habituales, y sé que estabais echando de menos vuestro baño de sangre de los viernes… O no, pero oye, me gusta autoengañarme pensando que sí. 

Que el slasher es probablemente mi subgénero favorito no es ningún secreto. Y que The Prowler (El Asesino de Rosemary) es uno de mis slashers predilectos, tampoco. De hecho, aquellos que me sigáis en Twitter os habréis dado cuenta de ello tanto por mi nombre de usuario como por mi imagen de perfil. Era cuestión de tiempo el lanzarme a reseñarla en mi sección, así que… ¡Que comience el despiece! Como siempre, libre de spoilers.


La historia comienza con imágenes de soldados volviendo a casa tras la segunda guerra mundial y una carta en que una joven llamada Rosemary le dice a su novio soldado que no puede seguir esperándole. A continuación vemos como, la noche de la graduación, la chica se va con un maromo a un sitio alejado para hacer guarreridas y un soldado encapuchado y armado con una horca les sorprende, dándoles matarile en el acto. Antes de irse, el soldado deja una rosa roja en la mano de Rosemary.

Empecemos con un ataque de sinceridad: El Asesino de Rosemary no es el slasher más sorpresivo de la era dorada del subgénero (1978-1984), pero sí que es uno de los más brutales ejemplos de la época. Un buen despliegue de casquería llevado a cabo por el maestro Tom Savini que, junto a la sumamente efectiva caracterización del asesino y una más que potable dirección del entonces desconocido Joseph Zito (¿sería hermano de Frank?), quien posteriormente se convertiría en un habitual detrás de las cámaras para joyonazos de la Cannon de esos no aptos para “cinéfilos” como Desaparecido en Combate o Invasión USA, tuvo como resultado uno de los slashers más entretenidos del género, de aquellos que te hacen levantarte y aplaudir con sus truculentas muertes a pesar de tener un guión que, desde el prisma actual y habiendo visto cientos de películas del género, resulta bastante previsible.


Como fue habitual en la época, la película pasó a engrosar las listas de los video nasties en Reino Unido, siendo totalmente censuradas sus partes más violentas. Pero el tijeretazo no se limitó a UK, puesto que prácticamente en toda Europa y Australia se lanzó una versión con casi un minuto menos de las escenas más grotescas realizadas por el maestro artesano Tom Savini. A día de hoy se siguen publicando ediciones con el recorte europeo, a pesar de haberse lanzado al mercado su versión uncut hace más de una década. Y es que, en pleno 2016, siguen poniendo los pelos de punta algunas de las muertes de la película, como el famoso cuchillazo que atraviesa, de arriba abajo, la cabeza de uno de los desafortunados jovenzuelos que pasan por las manos del merodeador.

Lo dicho: que no exista prácticamente el factor sorpresa no impide que El Asesino de Rosemary sea probablemente uno de los slashers más divertidos de los ochenta. ¿De manual? Sí, pero de aquellos que se tomaron como referencia a la hora de escribirlo y que marcó las pautas para el aluvión que vino después, el cual algunos disfrutamos y otros odian, pero que todos conocemos y añoramos. Sobretodo viviendo una época en que el CGI ha tomado el relevo a la artesanía.


Y ya sabéis, dominguers, en esta época de lluvias hay que salir a correr en plena tormenta con un cubo de metal colgando de la mochila y papel de plata en la cabeza para evitar que los satélites de la liga de baseball controlen vuestras agendas electrónicas. Estáis avisados. Y, como reza el dicho: quien avisa no es traidor… es avisador.

HAIL SEITAN!

Óscar Lladó

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